2014-03-02

Esos pequeños signos

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Hoy, VIII Domingo del Tiempo Ordinario, tuve una curiosa experiencia mientras participaba en la Santa Misa.
Reconozco que al principio, cuando noté que la segunda lectura había terminado y que un nuevo lector se colocaba en el ambón, tuve, tan sólo por un minuto, la horrible idea de que estaba a punto de presenciar uno de esos llamados "abusos litúrgicos": la lectura del Evangelio por parte de un laico; sin embargo NO FUE ASÍ.
Lo que ocurrió, debo reconocerlo, jamás lo había visto antes, así que quizás mi experiencia no es tan amplia como yo creía.
Bien lejos de mis ideas peregrinas iniciales, lo que aconteció en realidad frente a mis ojos no fue otra cosa que una Aclamación antes del Evangelio (el Aleluya), donde el versículo fue proclamado por un lector distinto de aquel a quien le había sido encomendada la "Segunda Lectura".

El sentido esta aclamación es: “los fieles están de pie y veneran el libro de los evangelios con sus aclamaciones al Señor” (OLM 17): “el Aleluya” (o el versículo antes del evangelio) tienen por sí mismos el valor de rito o de acto con el que la asamblea de los fieles recibe y saluda al Señor que va a hablarles, y profesa su fe con el canto” (OLM 23). El canto del Aleluya, quiere ayudarnos a manifestar comunitariamente nuestra acogida al Cristo que nos va hablar. Todas las lecturas son “palabra de Dios”, pero la del evangelio es particularmente “palabra de Cristo". (Taller de Liturgia -pazybien.org)

Algunos quizás lo sepan, otros tal vez no; así que explicaré que es habitual, hablando de Misa dominical en las parroquias, que el número de personas a cargo de la Liturgia de la Palabra sea de entre tres y cuatro, cubriendo los siguientes rubros:
  • -Monitor
  • -Lector (para la Primera Lectura)
  • -Salmista
  • -Lector (para la Segunda Lectura y la aclamación antes del Evangelio)
En muchas parroquias se prescinde del Monitor y, hasta ahora, yo sólo había visto que el Lector a cargo de la Segunda Lectura también se hacía cargo del versículo de la aclamación o, en su defecto, lo hacía un solista del coro.
He ahí el motivo de mi confusión inicial.
El caso es que tal situación me pareció correcta en más de un sentido, sobre todo si de acentuar la solemnidad del Evangelio se trata. Me pregunto si habrá alguna instrucción general a los equipos de liturgia al respecto o será sólo algo que viene de la cosecha de los sacerdotes en turno. No lo sé, pero la aclamación nunca me ha parecido más acentuada y digna que hoy.
Otra cosa que ocurrió y que me llamó la atención es que, para finalizar la Misa, el sacerdote utilizó la fórmula solemne para bendecir. Este párroco, en particular, lo tiene como costumbre en lugar de utilizar la fórmula simple. Escuchar una bendición especial cada domingo es bello y significativo, en mi opinión; así que le aplaudo el gesto.
Meros signos, podrían decir algunos, pero bien que llaman la atención.
Quizás es sólo que hoy fui a Misa teniendo en mente esas palabras que hace días pronunció Don José Manuel Lorca. Obispo de Cartagena:

"Cada domingo vamos a la Eucaristía para alimentar nuestra vida de fe por medio de la escucha de la Palabra y, con las debidas condiciones, recibir en la Comunión al Señor. Nos miramos cada domingo en el espejo de Cristo y recibimos de Él la mejor enseñanza para la vida. De ninguna manera podremos decir que las misas son aburridas, si alguien lo dice es que falla algo. Revisad si vais con el convencimiento de encontraros con Cristo, de si vais a escucharle o vais con la puerta de vuestro corazón cerrada." 

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