2010-09-01

El Tambaque

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Nos dijeron que estaba muy bonito y que valía la pena visitarlo: un balneario en la línea del eco-turismo, que había asadores y lugares para pasar un rato agradable a la orilla del río y que estaba muy tranquilo para bañarse; pero nada más.

Aprovechando que andábamos por el rumbo, tomamos la desviación y nos encaminamos hacia allá. La carretera estaba angosta y sinuosa, además de algo accidentada, y tras unos veinticinco minutos llegamos al lugar.

Estaba solitario, dado que no era temporada vacacional y tampoco era verano; pero se miraba bien: la carretera cruzaba el río por sobre un pequeño puente que no parecía nada del otro mundo; pero aún así la vista era hermosa:el agua cristalina y apacible corriendo apenas bajo la sombra de numerosos árboles; los reflejos de la luz adquiriendo tonos ambarinos por entre las rocas lisas...



Desde la orilla izquierda del pequeño puente se apreciaba el río en toda su belleza; bajo la sombra de los árboles, en la ribera izquierda, podían vislumbrarse asadores y una que otra banquita, para las personas que acuden a pasar un día de campo; al parecer todo es libre, tal vez obra del municipio.



En medio del silencio, me llamó la atención la orilla derecha del pequeño puentecillo donde se leía un letrero; como soy curiosa, me acerqué y ví que era un anuncio que decía entre otras cosas "Malecón del río". Pude ver entonces un sendero de piedra que corría a la orilla del río, que para ese lado del puente lucía mucho menos amplio y más rocoso. Como un arroyo de montaña. Así que me dirigí hacia donde el sendero me llevara...



Caminé varios cientos de metros, por entre majestuosos árboles de los que se descolgaban impertinentes lianas, rodeada por exhuberante vegetación y una deliciosa sensación de humedad, como si estuviera en una cueva o algo parecido, el sendero daba vuelta, y por aquí y por allá, en las orillas del río se dejaben ver pequeñas cascadas que emergían por entre las rocas, surgiendo de las laderas que rodeaban el río...



Después, al llegar al final del malecón descubrí el misterio: una apacible poza de color aguamarina, enclavada en una especie de sótano de piedra natural, desde donde la luz solar se filtra como si fuera oro y el sonido del agua es apenas un murmullo quebrado por el vaivén del follaje que se agita ocasionalmente...



El Tambaque esconde el mismísimo lugar donde nace el río... ¡Y no hay que escalar montañas, ni internarse entre la maleza para contemplar tal prodigio!



La Warri ^_~

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