2009-10-20

Candy Candy

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Candy Candy fue quizá la segunda serie de anime que pude ver por televisión (La primera, supongo, debió ser Mazinger-Z). Debí tener por lo menos cinco o seis años cuando estaba siendo transmitida por Red Nacional 13 Imevisión. El canal que, posteriormente, se transformó en parte de TVAzteca (Canal 13).

En aquel lejano (pero muy lejano) entonces, recuerdo que me llamaba profundamente la atención esta historia por su formato: me parecía como una telenovela, pero en caricatura; lo cual me hacía preferirla por encima de series como "Mi pequeño Pony" "Ositos cariñositos" "José Miel" y otras "lindezas y ternuras" que circulaban en aquel entonces por los canales de televisión abierta. Y este es el momento, supongo, de reconocer que, desde muy temprana edad, me agradaba muchísimo el drama... ¡y esta serie tenía montones de eso!

La injusticia cometida a cada paso, la tragedia personal de la protagonista y su fuerte carácter (porque, pese a todo, se las ingeniaba para sonreír y ser feliz) además de las aventuras de ensueño que vivía a cada paso, me convirtieron en una adicta a temprana edad y es que: ¿A qué niña no le gustaría encontrarse un apuesto chico vestido como príncipe? ¿Y a quién no se le antojaría descubrir un portal de rosas donde espera otro apuesto chico? y, por si no fuera el colmo: ¿A quién no le parecería increíble, siendo huérfano, ser adoptado por una familia rica que le da todo cuanto pueda soñar y le envía a estudiar a Europa? Pero eso no era todo; para mí el principal aliciente en cierto momento de la serie era: ¿Quién ganará: Elisa o Candy? y no me quería perder la derrota de la chica de los caireles y la sonrisa malévola.

También debo decir que los paisajes mostrados en el anime me parecían hermosos: colinas, montañas nevadas, lagos brillando al sol e impresionantes mansiones son para mí una verdadera delicia; no obstante que la calidad en la animación se ha visto aparatosamente superada por otras series, obviamente gracias al transcurso del tiempo y el avance de la tecnología.

Lo cierto es que, debo reconocer que, tan extraño como parezca, con esta serie comenzó mi fascinación por Inglaterra y todo cuanto tenga que ver con el Reino Unido; en especial la cultura y la historia. Posteriormente, cuando mi edad superaba los nueve años, descubrí a Bárbara Cartland y sus historias románticas (donde, por supuesto, los protagonistas son británicos y nobles); pero supongo que, de no haber conocido antes Candy Candy, no me habrían llamado tanto la atención tramas de ese estilo: chicos ricos, cenas elegantes, colegios exclusivos, opulentas mansiones, equitación, tradiciones, caireles y enormes sombreros, etc, etc, etc. Aún ahora devoro todo cuanto caiga en mis manos en esa línea. Y es que ¡De verdad me agrada soñar!

Sin embargo, hubo un inconveniente y ese fue que no conocí el final de la serie (y tampoco el principio), sino hasta la segunda o tercera ocasión que la transmitieron. En ese entonces contaba yo con doce o trece años. A decir verdad, debo afirmar que, aunque no me esperaba las revelaciones del capítulo final, tampoco me sorprendieron tanto; sino que me parecieron tremendamente lógicas e hicieron que el final de la serie me dejara con un buen sabor de boca. Nunca he soñado con un final diferente; para mí está excelente, porque permite imaginarse a dónde conducirá todo cuanto nos han mostrado en los personajes.

Interesante por demás, el que Candy sea huérfana, si, y que en el anime no se ofrezcan mayores explicaciones, lo cual es de agradecer, porque mi intuición y escasa revisión del fanfiction me dice que los fans han optado por la explicación menos cruel posible (que excluye situaciones del tipo de que sus padres en realidad no querían a Candy, y cosas por el estilo). Lo cierto es que, tan pronto sonríe en brazos de la señorita Pony, Candy se convierte en "Candy" para toda la eternidad y poco importa de dónde salió (Y en los casos en que sí parece importar, lo cierto es que las explicaciones son demasiado bellas y, aunque fieles al drama, excesivamente caritativas para mi gusto)

Increíblemente bien logrado lo vivido a merced de los Leegan (dónde a mi parecer, adquiere pleno significado la traición de Annie, el afecto de los tres niños Ardley y la afinidad que se da al instante entre Candy y Albert). Lo agradezco porque muestra personajes que son coherentes consigo mismos y con sus elecciones. A diferencia de tantos otros...

Excepcionalmente trágica, aunque oportunamente ocurrida, en cuanto a matices dramáticos, la muerte de Anthony. Me parece que es fiel a la línea de la historia que, desde el principio, muestra una realidad trágica que la fuerza de espíritu de una chica logra tansformar, pese a todo. El personaje de Anthony, a mi parecer, consigue perfectamente encumbrarse en la idealización de lo jamás ocurrido. Él es un ideal, porque jamás se le dio oportunidad a cometer errores. Para mí esta muerte marca el clímax de los dramas que vive Candy.

Tremendamente atrayente y digno de reflexión, el amor silencioso de Archie y Stear por Candy, que le obliga al más fuerte (Stear) a cambiar el rumbo de sus afectos y al más débil (Archie) a aceptar, guiado por ese mismo amor, el cariño incondicional de una persona a la que quizá, jamás podrá amar sin la opresión del deber, la renuncia y la resignación.

Épica, la parte que marca la historia con Terruce y la renuncia a él; y dolorosamente eficiente la tragedia que le compromete a éste a cuidar de la persona que le salvó la vida. Este episodio al completo marca, para mí, la enorme diferencia entre Candy y Terruce, quienes son personajes antitéticos, polos opuestos en demasiadas cosas y al mismo tiempo, como dos gotas de agua. A mi modo de ver, en estos dos aparece una especie de reflejo que muestra a dónde pueden llevar decisiones diferentes: fuerza o debilidad.

Una pena, la muerte de Stear. Y, sin embargo, para mí es la muerte más hermosa que pudo ocurrir en la historia; no sólo porque provoca el estupor propio de las tragedias incomprensibles que ocurren gracias a la tremenda capacidad de autodestrucción de la humanidad; sino porque fue la consecuencia de la decisión de un personaje que se decide a tomar las riendas de su propio su propio destino y perseguir sus sueños de construir un mundo mejor que el que está viviendo. Y es que Stear, para mí es, después de Albert, el segundo mejor personaje masculino de la serie.

Impresionantemente lograda también, lo que he dado por llamar "la historia oculta" y que es el conjunto de tragedias que no se narran, pero que marcan la vida de uno de los personajes también "oculto": Sir William Albert Ardley. A mi parecer, esta "historia oculta" es demasiado importante en la serie, pese a todo, porque puede tomarse como la razón por la cual la historia de Candy se desarrolla de la manera en que ocurre.

En resumen: una serie para disfrutar. Para reír y llorar a todo cuanto dé nuestra capacidad y nuestro corazón. Para soñar y reflexionar y, ¿Porqué no? Para aprender que la felicidad sólo depende de nosotros mismos...

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